¿Calabacines amargos? Este truco resolverá tu problema

¿Has vuelto a comprar calabacines amargos? Es porque nadie te ha explicado nunca cómo elegir los calabacines. Con la llegada del verano, también se acerca cada vez más la larga temporada de calabacines, que termina a finales de septiembre. A menudo, sin embargo, la gente comete el error de comprarlos más amargos de lo esperado. ¿Cómo elegir entonces los que tienen el sabor más delicado que distingue a esta hortaliza de Centroamérica?

¿Por qué algunos calabacines son amargos?

Varios factores pueden estar en el origen de su diferente sabor: desde la alteración del agua utilizada en el periodo de cultivo hasta el suelo excesivamente arcilloso, pasando por la falta de frescura del alimento o su almacenamiento inadecuado. De hecho, los calabacines son fácilmente perecederos: una vez lavados y secos, duran como mucho cinco o seis días en el frigorífico, mientras que cuanto más viejos, más pierden sus propiedades nutritivas. ¿Cuáles? Los calabacines contienen muchas vitaminas (A, C y E), carotenoides y ácido fólico.

Desde la antigüedad, se consumen para favorecer el sueño y relajar la mente, así como para revitalizar la piel, favorecer el bronceado y combatir los signos del envejecimiento. Además, los calabacines aportan pocas calorías (13 Kcal por cada 100 gramos) y contienen más de un 90% de agua. Por eso reducen su volumen cuando se cocinan.

Cómo elegir los calabacines

Para evitar volver de la frutería o el supermercado con calabacines amargos, el primer consejo es elegir hortalizas verdes de esta familia que sean especialmente largas (15 ó 20 centímetros): son las más sabrosas. Además, siempre es una buena idea comprar los calabacines en su mejor momento de cosecha (a pesar de que están disponibles todo el año debido a que ahora suelen cultivarse en invernaderos), asegurándose de elegir los más firmes e intactos.

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La piel también debe estar brillante y libre de manchas o cualquier tipo de corte. Descarta, por tanto, aquellos calabacines que estén apagados, manchados y demasiado gruesos: son los más fibrosos y, sobre todo, los más amargos. Pero cuidado: también hay que alejarse de los calabacines demasiado pequeños, que tienen poco sabor a pesar de contener menos semillas que los otros. En cualquier caso, para comprobar la frescura del calabacín y su no acidez, puedes presionar el lado opuesto del tallo: si cede y no parece firme, es muy probable que el calabacín sea amargo.

Qué hacer con los calabacines amargos

En el desafortunado caso de que los calabacines amargos acaben en tu bolsa de la compra, no temas. Hay remedios para salvar a esta desafortunada hortaliza del cubo de la basura orgánica. Por ejemplo, se pueden cortar los calabacines crudos en rodajas finas, espolvorearlos con sal en un escurridor y mantenerlos así durante una hora aproximadamente. Después se lavan y se cuecen como cualquier otro: así, el calabacín perderá sus impurezas.

Otro método para conseguir el mismo resultado es guardar los calabacines en el frigorífico durante unos días o cocerlos con una pastilla de caldo de verduras y agua durante un cuarto de hora aproximadamente: de esta forma se pueden preparar y disfrutar de diversas maneras.

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